Eran casi las diez de la noche
y aún seguíamos en esa habitación sin ventanas,
el teléfono no paraba de sonar pidiéndonos
que pagáramos la cuenta del minibar.
Nadie era consciente de nuestro viaje,
de la tumba de Chejóv,de la tumba de Rimbaud,
de los nihilistas,de los terroristas,
del Mesías de Haendel a las tres de la mañana,
de la ingesta atróz de licores de cualquier tipo,
del hacerse pasar por maricón en los bares,
nadie temía al reverso tenebroso del
caballo perdedor,en ese cuarto nadie de los dos
se sentía perdido,
una sola foto de un viaje incendiaba nuestra
más terrorífica melancolía,
¿Era Poussin el secreto,era la muerte el secreto,
era Rusia, era Montmartre, era Nassau?
Cualquier escusa para sentarnos cara a cara
escupiendo el destino,
Sin espacio para el baño,servia de cocina y
reliquiario para nuestro Dios Roy,
se oían voces cada instante,
en el pasillo,en nuestra cabeza,
voces que blasfemaban, insultaban, gritaban
nuestro nombres con fuego,
pero no entendían, algunos nos envidiaban siendo
conscientes de que ellos llegarían también a ese instante,
sus insultos no nos hacían daño,eran simples
esputos, ya nada te importa cuando estás muerto,
cuando tu cuerpo lleva tirado tres semanas
en ese cuarto con claros síntomas
de descomposición y el amor que nos cuidaba
se ha marchado en busca de la ultima
palabra de consuelo que Sherezade reclamaba para sí.
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